Hermanos y hermanas, la Escritura nos advierte repetidamente sobre el poder del pecado para separar al hombre de Dios. "Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro." Romanos 6:23. El pecado, en todas sus formas, crea una barrera impenetrable entre nosotros y la santidad de Dios. No se trata solo de actos flagrantes, sino también de la falta de obediencia a Su voluntad, la indiferencia a Su palabra, y el descuido de nuestra relación con Él. Como dice Hebreos 12:1: "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, desechando todo peso, y el pecado que nos asedia, corramos con paciencia la carrera que nos está propuesta."